Dicen que esta época del año es la más hermosa por la magia que desprende su historia, pero luego salgo a la calle esperando con ilusión ver a esos hombres, esas mujeres, y esos niños caminando para impregnarse de esa chispa... Pero lo único que yo veo son grandes masificaciones de personas que arrastran sus pies, se chocan y sin disculparse, siguen quejándose, refunfuñando y entorpeciendo el paso con sus trastos y cachivaches. Feliz Navidad, supongo.
Estos no son tiempos de felicidad ni celebraciones, o al menos eso dicen. Tiempos difíciles, de escasez y hambre, de inactividad, corrupción y desesperación. Tiempos de incluso no querer vivir, de enfermedades sin aparente solución, de muerte, de ira... Muchos se preguntan que dónde está su Dios, y por qué los abandonó. A esos que se lo preguntan tan sólo les diré una cosa:
Dios no tiene la capacidad de cambiar las cosas como si de un genio de la lámpara se tratase pues esos únicamente viven en la fantasía. Él tan sólo observa, y decide, mas sus actuaciones son tan sencillas y poderosas como, por ejemplo, una sonrisa, un abrazo, o una canción. Así Él cambia las cosas. Siempre que haya alguien con esperanza, allí estará Él. Siempre que alguien ría, allí estará Él. Donde haya una deseo de mejorar, una iniciativa para avanzar, allí vivirá Él, no con esto digo que yo crea en el, si no es algo que escuché decir a mi abuela desde pequeña.
Luchar por cumplir un sueño, por alcanzar una meta, por conseguir un objetivo...Todavía hay quienes creen en eso, en que alguien escuchará lo que dicen y que algún día les llegará el regalo de obtener lo que más anhelan. En mi opinión es por esas almas inocentes y puras por las que la Navidad sigue teniendo su espíritu diferente.
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