Me contaron una vez que hay personas que mienten tanto que acaban creyendo sus propias mentiras... Entonces pensé, que si sonreía tantas veces al día, tal vez acabaría creyéndome mi propia felicidad.

21 de julio de 2011

morbo y humo.

Repitiendo una y otra vez la misma operación, después de fallar en cada paso, siempre, en el mismo punto de partida. Contra el viento, que hace imposible el caminar sobre el agua, conteniendo risas de un amor prohibido. Es el único juego donde el don de la palabra recorre mentes perversas en las que la ignorancia no ha llegado todavía, mientras que la astucia corre por sus venas. Sacrificio entre los mortales, intensos latidos a pares que añoran un polvo en una casa de alquiler. Hombres comunes que conocen territorios prohibidos entre las sábanas de míticos deportistas de élite que no tienen precio ni descaro. Y después él, sintiendo un último orgasmo profundo en un colchón desconocido de aquel que pasó primero por su portal y le guiñó un ojo, mientras fumaba un cigarrillo, un orgasmo intenso, sin falta de descaro, donde puede notarse todavía. La habitación huele a pasión francesa y a cerrado, un día de invierno, crudo, y mientras fuera se oye el tic-tic de las gotas al caer. Odio acumulado que se olvida soltando adrenalina por un tubo, esporas abiertas de par en par después de que te hagan reír.
Y luego morbo y humo se conjugan en un beso en el cuello y otro cigarro más.

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