Me contaron una vez que hay personas que mienten tanto que acaban creyendo sus propias mentiras... Entonces pensé, que si sonreía tantas veces al día, tal vez acabaría creyéndome mi propia felicidad.
7 de junio de 2011
ni me echarás de menos, te lo prometo.
Y cuando quieres darte cuenta ya es tan tarde que no recuerdas ni cuando empezó toda esta mierda. Recuerdas trocitos de noches sonriendo, las manos frías y ese olor del gel de ducha que siempre te recuerda a él. Y no quieres ni imaginar cómo será a partir de ahora. De cómo será si decide no volver. Si decide olvidar todas aquellas promesas que ni él mismo recuerda ya, y empieza a sonreír sin necesitarte. Volver a todas esas tardes donde no había nadie en casa, donde el teléfono no sonaba, y el único placer del día era esperar a que el helado se descongelase encima de la mesa, y que las canciones tristes vuelvan a doler más que mil puñetazos. Pero no sabes lo que se siente. Claro que no lo sabes. Siempre tienes a alguien ahí, no sé como coño te pude creer. Y aun así me sigues diciendo cada día que confíe en ti. Suena irónico, pero deberías saber ya que tus “sorpresas” son mis torturas. Que tus polvos imprevistos y fantásticos con desayuno incluido con esa chica tan mona… mientras yo estoy pensando en ese momento si pensarás en mí, me matan. A la mierda cielo. No sé cómo he podido ser tan idiota, de verdad.
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