Hace unos días alguien me dijo “¿Y tú? ¿Para cuándo tú?”, a lo que yo respondí “Siempre es yo, aunque pueda no parecerlo”. La palabra YO para mí no incluye egocentrismo, ni egoísmo, ni indiferencia hacia el resto. No me importa si me siento sola, si me enfado con alguien, o si me preocupo por algo... Eso no es dedicarme tiempo, es simplemente ser persona. Ahora, recuerdo bien la cara de felicidad que esa persona me regaló. Lo había comprendido.
Posiblemente, ¿quién sabe? Quizás en algo sí llevase razón. ¿Tan vacía me siento que dedico mi vida a llenarme de todo menos de mi entusiasmo, mi ilusión y mis sueños? ¿Acaso poseo algo que se pueda asemejar a algo así? Otra vez lo vuelvo a hacer... ¿Cuándo aprenderé?
Esto sigue creciendo, y al compararme con el pasado, un referente siempre fiable para mí, veo más nítida que nunca aquella alegoría que, de pequeña, solía equipararme cuando escribía... Estoy hecha de retales de cuentos, de esperanzas, pero también de errores y enseñanzas. Soy una mezcla de prejuicios, timidez y determinación. A veces quisiera ser un poco más como la mayoría, ser una triste copia de alguien... Muchos creen que ya lo soy, y son precisamente aquellos que no me conocen. Podré gustar, no gustar... Pero si dices mi nombre en cualquier lugar, siempre habrán oído hablar de mí. Eso significará que habré dejado...¿huella?
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