Me contaron una vez que hay personas que mienten tanto que acaban creyendo sus propias mentiras... Entonces pensé, que si sonreía tantas veces al día, tal vez acabaría creyéndome mi propia felicidad.

7 de marzo de 2012

Que te den mundo, voy a ser feliz.


Estaba dentro de un coche, con los ojos cerrados y la cabeza recostada en el asiento. Curvas suaves y pequeños baches desplazaban mi cuerpo relajado y ausente de un lado a otro. Tras los párpados entornados veía el sol de media tarde ir escondiéndose poco a poco mientras iluminaba mi rostro e interpretaba para mí una danza de contornos rojizos y anaranjados. Ya podía seguir la vida, que yo me quedaba tranquilamente en esos segundos. Y por un momento había dejado de pensar, tan sólo escuchaba música, tamborileaba en mis rodillas con los dedos, y sonreía. Simplemente eso.

En ese instante pensé que tenía que narrarlo, aquella situación cotidiana pero tan especial, aquella sensación de viajar a través de lo desconocido sin preocupaciones más allá que de articular en mi mente qué pondría en este escrito y, ya veis, tampoco ha sido gran reflexión la mía. Porque cuando estaba en esa parte trasera del coche, con la temperatura ideal, con la canción exacta para ayudarme a desconectar, algo me dijo que debía contar cómo me sentí. Y sí, quizás no valga demasiado, pero fue una sensación que hace mucho que no vivía, sobre todo con esto del deber, y todo lo demás. Me alegró el día.

Ahora sé cuál es mi misión: Luchar. Lo que, dicen, que siempre se me ha dado mejor. Ser fuerte, quizás ahora más que nunca, y por una vez decir ESTE ES MI SUEÑO Y LO VOY A LOGRAR. Porque pienso hacerlo, ¿os lo había dicho antes?

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