Nunca aprendí lo suficiente, nunca me contaste cosas de esas. Hace tiempo que ya nadie me habla de ti, ni de tu fuerza extrema de conquistas de amor de una noche o de esa situación económica mal gastada en bares de poca monta lejos de la ciudad, allí donde nadie conocido te ayuda a levarte del suelo. Ya nadie me obliga a escuchar tus historias, palabras que tú dijiste sin pensar y que ahora todo el mundo cree saber, y encima creen que es verdad. La verdad es que me alegro, no de tus múltiples fracasos personales ni en como desaprovechas ese don que solo tú tienes. De lo que me alegro es que eres consciente de lo que ya no tienes, y que no suene como si yo fuera o me hubiese considerado alguna vez como esa parte primordial en tu vida. Me refiero a que deberías admitir que hubo un tiempo en el que todo fue mejor. Ya sabes, no había miedo de por medio. Tenias situado un trayecto, un largo paseo de la mano, de mi mano, para ser exactos. Recordarás todo lo que te podía ofrecer solo con quererme… así como lo hacías, sin más. Era tan fácil. No quiero desaprovechar una tarde pensando en cuanto te quise, ni siquiera debería hacerlo estos 30 minutos que me está costando escribir algún fragmento para nadie en especial (ya no). No debería. Pero me gustaría recordarte quien eres, o… por lo menos quien fuiste alguna vez. Las cosas que conseguiste que cambiaran en mi vida, las cortas noches que en realidad eran 2 semanas seguidas. Los besos a contratiempo, a punto de cerrar las puertas de los vagones del tren. Fuiste tú quien me recomendó que me olvidara de la mierda de idealismos de las personas, y que me adaptase a la vida con pequeñas frases de kurt Cobain. Que a ti te gustaba con mi pelo desecho y mis uñas pintadas de negro.
Los dones no se pierden, aun te deberá quedar algo de ello.
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